miércoles, 19 de enero de 2011

La Forja del Carácter


-GRAN TORINO-


Walt Kowalski, un mecánico jubilado, racista y mal hablado, pasa sus días ocupado con reparaciones caseras, cerveza, y visitas mensuales al barbero. Aunque el último deseo de su difunta mujer fue que se confesase, para Walt, un amargado veterano de la Guerra de Corea que guarda aún su fusil, no hay nada que confesar. Y ya no tiene a nadie en quien confiar lo suficiente; sólo le queda su perra Daisy. Todas las personas que eran sus vecinos se han mudado o fallecido, ocupando su lugar inmigrantes hmong a los que desprecia. Resentido de prácticamente todo lo que ve, los aleros caídos, la maleza de los jardines y las caras extranjeras a su alrededor; pandillas de adolescentes hmongs, latinos y afro-americanos sin rumbo que piensan que el barrio es suyo; sus hijos que ahora son unos extraños inmaduros, a Walt sólo le queda ver pasar el resto de su vida. Hasta que una noche alguien intenta robarle su Gran Torino. El Gran Torino, todavía reluciente como aquel día, hace décadas, en que el mismo Walt ayudó a que saliera de la cadena de montaje, metió en su vida a su tímido y joven vecino Thao, cuando las bandas hmong presionaron al chico para tratar de robárselo. Pero Walt se interpuso en el camino del atraco y de la banda, convirtiéndose en el reacio héroe del barrio, en especial para la madre de Thao y su hermana mayor, Sue, quienes insisten en que Thao trabaje para Walt para ver si le endereza y le paga los daños causados. Aunque al principio no quiere tener nada que ver con esa gente, finalmente Walt cede y pone a trabajar al chico arreglando el barrio, entablando una inverosímil amistad que cambiará la vida de ambos. Gracias a Thao y a la amabilidad implacable de su familia, Walt finalmente llega a entender ciertas verdades sobre la gente de la puerta de al lado. Y sobre él mismo. Aquella gente, refugiados rurales con un pasado cruel, tienen más en común con Walt que éste tiene con su propia familia, y le desvelan partes de su alma que han sido tapadas desde la guerra... como el Gran Torino que conserva en la oscuridad de su garaje.